jueves, 20 de agosto de 2020

Elogio a lo desconocido

 

Elogio a lo desconocido

Hay un reflejo que me hace escribirte. Leo y releo, cada una de las líneas que se dirigirán a ti. Todos los mensajes, todas las configuraciones de significados son una huella palpable que no exigen ser entendidas, que aspiran a ser leídas, a ser oídas… esta huella puede ser trivial. Aparecer como un balidí pero posiblemente según quien la atestigüe y le encuentre claridad o la limpieza de una exigencia sería un carpe diem.

Hay posiblemente miles de circunstancias que apartan, que no deja acercarnos. Podrían existir motivos para desconfiar de lo desconocido. Yo entrego la confianza por la confianza. Hay imágenes que se duplican y que propenden obviar un saludo y una intención. Toda intención es desconocida, pues vive en los detalles. Los detalles son el enfrentamiento con lo múltiple y lo diverso. El intento de acercarme es poder saber que motiva cada uno de los anhelos. Encontrar en las apariencias resultados de lo que la particularidad del pensamiento y los sentidos moldean. De encontrar la forma más próxima a descubrir secretos. Todo lo que cubre la individuación. Y que en lo absurdo de la comparación puede existir la disposición de tomar riesgos.

Sucede que pienso que como mujer no conservas ningún misterio cifrado en un eterno femenino, pues eres el misterio por quien eres, que el tiempo intenta resolver desde un extremo de alegría intensa a otro extremo que termina en llanto, lo que vivo; por ello tus secretos serian inexpugnables, son una ingente cantidad de enigmas. Crecen en la medida que se intente acercar a saber de ti.

Me distraigo en el momento en que retomo a la realidad. Hay una bebida caliente cerca de mí; nada relacionado con nuestra cultura, pero me tranquiliza por la rutina en la que vivimos. El mate, ha sido usado para tantas cosas, como si fuera una medicina. Pero a mí, me hace concentrar en cada letra que pueda escribir, para que tal vez llegue de una manera inexplicable. No hay propósito en el texto. No hay anuncios. Tampoco descriptores, así como: soy un hombre ordenado, escrupuloso, inquieto por la ciencia, conocedor en poca profundidad de algo y desconocedor de mucho con mayor profundidad; con capacidades y habilidades cercanas al arte, las lenguas, el lenguaje y la creatividad.

Pero, en fin. Sólo las letras, más negras que se aparecen describirían mucho mejor que estoy cargado de datos inútiles en una pragmática muy concreta, como lo he referido anteriormente. Soy un hombre de ciencia, de una ciencia que trata de entender lo inefable. Propósito absurdo e inútil, pero así mismo es lo inefable. Eso que se llama arte, es lo inefable, es lo que me ha cambiado, desde hace menos de un año.  Pero en esta semana volví a tener una ruptura, por un enunciado tuyo, que atesoro. Acostumbrado a pensar con la sociología y el psicoanálisis, el arte y su relación inexistente con la creación de lo irreal en el mundo de la naturaleza. Profesor, portador de proyectos sobre grandes mentes y que rescata la modernidad inexplorada; esperando la llegada del ave de minerva que viene con gran retraso. Pero simplemente es una observación que puede ser olvidada.

Sé que vivo los días de una manera como si se repitieran. Espero que tus días, no sean idénticos a los demás. Si pudiera lograr algo con estas líneas te sorprendería que no lo puedo imaginar. Siempre he creído que lo que escribo no busca tener un fin. Pero si un objetivo, ese se cumple si me lees.

DPG

20 de agosto de 2020

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